Es la seguridad, estúpido

Es la seguridad, estúpido

26/12/2023

Bill Clinton la tenía difícil. Cuando eligió dar el salto de senador de Arkansas a presidente de Estados Unidos pensaron que era una locura, un hermoso suicidio político. Nadie pensó que le ganaría a George H. W. Bush, y así lo vaticinaban todas las encuestas. Tal vez ni el propio Clinton pensaba que lo lograría; sólo James Carville sí. 

Este estratega político planeó una ruta directa, sencilla, que llevó al demócrata sin contratiempos a la Casa Blanca, llevándose entre las patas a los augurios y a Bush. El camino abarcaba tres puntos, sólo tres: cambio contra más de lo mismo, es la economía, estúpido, y no olvidar el sistema de salud. Carville trazó la estrategia y Clinton la recorrió sin desviarse un ápice. 

La esencia era que la campaña debía enfocarse en temas muy vinculados con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. El resultado de esta fórmula ya es parte de la historia; Clinton arrasó y una de las banderas de su victoria —es la economía, estúpido— se cinceló en la piedra de la posteridad. 

La fortaleza de esa premisa es que es válida en cualquier campo de batalla electoral, incluso aquí, Yucatán; incluso ahora. En estas próximas elecciones una tropicalización válida sería: "Es la seguridad, estúpido”. En nuestro estado, los bajos índices delictivos contrastan con los del resto del país y se traducen en la generación de más y mejores empleos para los yucatecos. 

Eso lo tenemos presente todos los que en 2024 elegiremos nuevas autoridades; no es un secreto. Tanto, que por ejemplo en esta precampaña Joaquín Díaz Mena a optado por destacar, incluso antes de sus apellidos, la palabra seguro. Además, en varias ocasiones ha expresado, públicamente, que le ofrecería al titular de la SSP el mismo puesto en caso de ganar la elección. 

Hay antecedentes remotos y próximos para calificar ese arrebato como una estratagema mercadológica; es sólo un envoltorio de demagogia: los gobernadores de Morena no eligen a sus secretarios de seguridad, se los imponen. El ejemplo más cercano es Quintana Roo, donde Mara Lezama nombró a Manelich Castilla Craviotto, un policía de carrera. 

La soberanía de la gobernadora vecina sólo duró cinco días, y en lugar de Castilla Craviotto le impusieron a Rubén Oyarvide Pedrero, capitán de la Secretaría de Marina. Después de que Oyarvide Pedrero naufragara, otro marino, Julio César Gómez Torres, tomó el timón de la seguridad quintanarroense. El resultado de su trabajo aparece todos los días en las secciones de sucesos de policía. 

La estrategia de seguridad federal es cuestionada todos los días. En todos los estados, con la excepción de Yucatán, se registran extorsiones, secuestros y asesinatos. No se salva ni la tierra natal del presidente. ”La ola de violencia que atraviesa México ha tenido su noche de horror en Tabasco, donde hubo altercados en cuatro cárceles y tiroteos y quema de vehículos en la capital, Villahermosa”, publicó en El País hace unos días. 

”En la madrugada de este sábado, el pánico se desató en un grupo de viviendas, el fraccionamiento Campestre donde se registró un tiroteo que en un primer momento se pensó dirigido contra el secretario de Seguridad del Estado, Hernán Bermúdez Requena, por la cercanía de su casa al lugar del incidente…

”La noche no había acabado, los medios locales reportaron hasta una treintena de vehículos de carga y particulares quemados en unas horas de fuego que se extendieron a la madrugada. Las imágenes que han publicado los vecinos presentan la ciudad como un campo de guerra. Algunos negocios también se vieron afectados”.

La estrategia electoral de Díaz Mena es desmorenizar la inseguridad del país, hacerla invisible, no darse por aludido. Da la idea que él y su equipo piensan que los yucatecos no leemos la prensa, o que vemos los brotes de violencia de otros estados mexicanos como si éstos se hubieran registrado en la Franja de Gaza. La estrategia electoral de Díaz Mena es apostar por nuestra estupidez. 

El modus operandi del equipo que hoy arropa a Díaz Mena opta por la desmemoria: sólo así se entiende tan burda, irresponsable estrategia, manoseando un tema del que depende el futuro de los yucatecos. Incluso, en esa ansia de asaltar el poder, no sería de extrañar algún tipo de campaña para desestabilizar el estado. 

Los hechos no dan pie a equivocaciones: Morena no sólo no garantiza la seguridad de un estado sino que la incrementa. Si el crimen organizado no respeta ni a la tierra prometida del morenismo, ¿por qué habría de respetar Yucatán? Y eso lo sabemos y lo saben. La única vía es mantenernos irreductibles ante la violencia y ante las promesas huecas.